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miércoles, 11 de octubre de 2017

Cuba frente a los que odian y destruyen



Cuba frente a los que odian y destruyen / Por Rolando López del Amo / Segunda Cita


José Martí decía que los hombres iban en dos bandos opuestos. Uno era el de los que odian y destruyen. El otro el de los que aman y fundan. El señor Donald Trump pertenece al primero. El pueblo de Cuba, al segundo. Martí también advertía que una persona ignorante en el poder sería la víctima de quienes conocían y alababan sus defectos. Esto último también puede aplicársele al señor TrumpPero, por encima de sus características personales, él es el representante de los intereses imperialistas quienes, como nos enseñó el Che, son los que convierten a los hombres en fieras sedientas de sangre.

El Che nos enseñó que no se debía  confiar en el imperialismo. Nada, dijo rotundamente aquella noche en acto en el que tuve el privilegio de estar presente.

Derrotar a la revolución cubana victoriosa el primero de enero de 1959 ha sido la obsesión de todas las administraciones estadounidenses desde entonces. Cada administración con su estilo.

Las más inteligentes, a mi modo de ver, fueron las de Jimmy Carter, cuando se crearon oficinas de intereses en ambos países, y la de Barack Obama que restableció las relaciones diplomáticas e inició un diálogo respetuoso. La peor fue, aparte de la de Clinton cuando se aprobó la ley Helms Burton, la de George W. Bush, que llevó a extremos abusivos las restricciones a los ciudadanos de origen cubano residentes en los EEUU. Ahora la administración de Donald Trump parece querer desmontar todo lo alcanzado durante la administración de su predecesor y retrotraerla a los peores tiempos.

Las reales posiciones de Trump hacia Cuba comenzaron a mostrarse desde la muerte de Fidel, cuando escribió un comentario irrespetuoso y sucio sobre muestro máximo dirigente. Después comenzó la manipulación del “incidente acústico” con la expulsión de dos  funcionarios de nuestra embajada en Washington el pasado mes de mayo. Más tarde, en junio, el show montado en Miami con los derrotados mercenarios de Playa Girón, donde anunció un paquete de medidas anticubanas. En septiembre se dieron a conocer nuevas medidas para desalentar los intercambios bilaterales, especialmente la visita de norteamericanos a Cuba y los intercambios económicos. Más tarde, el ataque a Cuba en la sesión inicial del actual período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Posteriormente, después de haber sufrido el paso del ciclón más destructivo de nuestra historia que afectó a la casi totalidad de las provincias cubanas, el “incidente acústico” se convierte en “ataque acústico” contra funcionarios de la embajada de los EEUU en Cuba y la administración Trump decidió retirar de Cuba el sesenta por ciento de sus empleados y anunció que suspendía la entrega de visas para que viajen a su país los ciudadanos cubanos, incorporándonos, de facto, a la lista de países anunciada días antes que incluía, no sólo países islámicos, sino a Venezuela y la RPD de Corea. Ademá se recomendó a los norteamericanos que no viajaran a Cuba porque, según Trump, en ella “pasan cosas muy malas”. Como si no fuera suficiente, se produce la expulsión de quince diplomáticos de nuestra embajada en Washington, con la excusa de equiparar el número de funcionarios yanquis en Cuba, como si fuera una acción de reciprocidad, cuando todo ha sido una actuación unilateral del gobierno de los EEUU, pues Cuba no expulsó a nadie. Cuba no reciprocó cuando expulsaron a los dos primeros cubanos en mayo.

El sentido de estas acciones se parece mucho a ciertas acciones realizadas en el pasado para justificar acciones militares. En 1898 hundieron el acorazado Maine en el puerto de La Habana para justificar su intervención en la guerra por la independencia de Cuba. También, en el siglo XX, fabricaron el incidente del Golfo de Tonkín para hacerle la guerra a Vietnam. De igual forma inventaron la posesión de armas de destrucción masiva por el régimen de Sadam Hussein para invadir Iraq. Después vino lo de la Torres Gemelas en New York para invadir a Afganistán en el siglo XXI.

Que el presidente Trump está aplicando hacia Cuba la política deseada por la mafia congresional de Marco Rubio, Díaz Balart e Ileana Ross, es inobjetable. Por lo pronto tratan de impedir el contacto pueblo a pueblo porque este le ha permitido a decenas de miles de ciudadanos estadounidenses ponerse en contacto con nuestra realidad y a no pocos hombres de negocios y políticos de ese país comprender los beneficios de la normalización de las relaciones bilaterales, no sólo en ese orden, sino también en el orden internacional.

Ahora la administración Trump parece haber optado por el “gran garrote”, la política de exterior de inicios del siglo XX.

El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los EEUU se produjo en un momento de avance de las fuerzas progresistas en nuestro continente. Ahora es otra la situación, como sabemos. La OEA está administrada por un asalariado yanqui, dos grandes países de la América del Sur perdieron sus gobiernos progresistas y Venezuela es objeto de un ataque en todos los frentes para liquidar la revolución bolivariana y aparece un nuevo ambiente de fractura interna en Ecuador. El gobierno de Bolivia resiste con Evo al frente y se convierte en el nuevo blanco del secretario general de la OEA. Contra Nicaragua se manifiestan las abiertas intenciones imperialistas de tratar de desestabilizar al gobierno sandinista de unidad nacional. En este nuevo contexto el gobierno de los EEUU ha apostado por el enfrentamiento con el gobierno de Cuba. Creen que ha llegado su hora.

Cometen un grave error, uno más en el conjunto de errores de esta administración en menos de un año de gobierno.

El pueblo cubano tiene un profundo sentido patriótico y los cambios que trajo la revolución cubana, sobre todo en materia de dignidad nacional, ya no podrán ser derrotados.

Llevamos muchos años de lucha por la independencia y la justicia social y por la solidaridad internacional. Ni siquiera en medio de las difíciles circunstancias actuales después del paso de Irma, hemos dejado de prestar colaboración a pueblos hermanos damnificados en el Caribe, Dominica y Antigua y Barbuda, o al querido México, como no hace mucho lo hicimos con el Perú, y se mantiene la oferta de ayuda a Puerto Rico, la isla hermana.

El magnate Trump, quien ha mostrado ser hábil en amasar fortuna individual y ser un comunicador de la mediocridad de los peores programas de la televisión estadounidense, los llamados “reality show”, ha puesto en evidencia sus peores defectos, a saber, su incultura, su racismo y xenofobia, su machismo ridículo, su arrogancia, su inconsistencia, su veleidad, su gusto por la mentira. El interior de su círculo de gobierno es de una inestabilidad  reconocida. Los cambios de personas en tan breve tiempo demuestran la lucha interna entre quienes lo rodean. Sí ha sido constante en servir al complejo militar-industrial y al lobby judeo-israelita.

En poco tiempo se ha ganado Trump ser un presidente con bajo nivel de aceptación por las minorías negra, latinoamericana, musulmana, más grandes figuras del arte, el deporte, la ciencia. Ha creado problemas con sus aliados de Norteamérica, europeos y asiáticos y con la comunidad internacional en su conjunto. Es una calamidad nacional e internacional. Sólo que, desgraciadamente, su vice representa también las peores posiciones políticas de ese país.

América Latina y el Caribe ya le aguantaron el brazo cuando habló de agresión militar contra Venezuela. Nuestra región que se declaró zona de paz sabe bien lo que es la ausencia de ella y los esfuerzos que se han hecho y se hacen para que prevalezca la proclama adoptada por la CELAC en La Habana.

En cuanto a Cuba, hemos vivido momentos muy difíciles a los largo de estos años, el mayor de ellos la crisis de octubre, año y meses después de haber derrotado la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos.

Seguiremos adelante perfeccionando nuestro trabajo, inspirados en el ejemplo del Che y las enseñanzas y espíritu de lucha y victoria que nos inculcó Fidel, para construir el socialismo próspero y sostenible propuesto por los Congresos del Partido Comunista de Cuba bajo la dirección del compañero Raúl. 



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